Cuenta
la leyenda que tres hadas bajaron a la tierra y cambiaron su imagen
para parecerse a tres pobres hambrientos. Se sentaron debajo de un
árbol en un cruce de caminos y se pusieron a pedir algo de comer a
cuantos pasaban por allí. Pasó un zorro, un mono y un conejo, y a
los tres pidieron.
El
zorro y el mono al poco tiempo regresaron con alimentos en sus manos,
seguramente robados, pues son unos expertos en coger la comida ajena,
pero el conejo regresó con las manos vacías y les dijo a las tres
hadas disfrazadas de pobres: “No he encontrado nada para comer, así
es que si tienen hambre, pueden cocinarme y comerme a mí”
Las
hadas admiradas por el gesto tan generoso del conejo le premiaron con
poder vivir eternamente en el Palacio de la Luna y así se convirtió
en el Conejo
de Jade
yù
tùzi.
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